Tres instrumentos y una sinfonía

 

di ÁNGEL CALLE COLLADO

Los multitudinarios actos de desobediencia civil y resistencia noviolenta, los procesos masivos de participación y decisión directa y horizontal, las miles de personas discutiendo asambleariamente, la reconstrucción de lazos, de sociabilidades… son algunos de los rasgos de este nuestro actual movimiento. Intentemos ayudar a situarlo en la coyuntura, pero también en el largo plazo. Abrimos el debate.

El 15M supone una sedimentación de prácticas y discursos. Podemos aventurar algunas características de los tres espacios que conforman los pilares de este movimiento: toma la plaza, coordinadoras de barrios y la red Democracia Real Ya.

El ‘toma la plaza’ ha constituido el epicentro catalizador. Si bien se entremezclan situaciones, este espacio ha sido el punto de partida para jóvenes con una probable experiencia del mundo de la precariedad –20 a 30 años–. Este espacio ha sido, bien continuación de protestas previas –frente a Bolonia, V de Vivienda–, bien un primer baño en una intensísima socialización política que les ha enganchado a la amplitud de dinámicas.

Por su parte, Democracia Real Ya arranca desde un mundo más organizado y cohesionado políticamente: el entorno hacker que venía apoyando otras convocatorias ‘internáuticas’; el trabajo en la autonomía social en barrios, centros sociales autogestionados o necesidades básicas específicas; y organizaciones –juveniles– encuadradas en la llamada izquierda o extrema izquierda, y en asociaciones universitarias o de reflexión política. Subiendo un poco la media de edad hasta la treintena y con un mayor recorrido político, estas personas conectan en las grandes urbes con un público que tiene más asimilado el desarrollo de protestas organizadas, la orientación hacia hitos puntuales y el sopesar tiempos de convocatoria y agendas político-mediáticas como parte de sus propuestas de acción.

Por último, el ‘sector de barrios’ es intersección de ‘lo nuevo’ y ‘lo viejo’, siempre dentro del ámbito de estos nuevos movimientos globales y, por tanto, generalmente nada interesantes para aquellas clásicas organizaciones vecinales de poderes y prácticas muy verticales, institucionalizadas y rutinarias. Atrae, por un lado, a los jóvenes deseosos de trasladar su crítica de las plazas a sus proximidades vitales; aunque no a lugares de trabajo, porque muchas de ellas son personas desempleadas o precarias, no está allí su espacio de socialización. Y, por otro lado, a gentes de 25 años para arriba, que tienen en “su ADN” el trabajo local, comunitario o la militancia histórica en el entorno vecinal. Proponen un ciclo de movilización que traspase la protesta para instalarse en dinámicas de politización desde entornos vecinales.

Parte de la capacidad plástica de construir enredos desde el 15M estriba, por un lado, en la conexión con las dinámicas de protesta y de construcción de alternativas “desde abajo”; y por otro lado, las ahora exitosas sinergias que se dan actualmente entre las tres herramientas antes mencionadas. Herramientas que no implican una dispersión, sino, hasta ahora, una retroalimentación de diferentes sensibilidades y perfiles, y siempre atendiendo a las variantes y ritmos de construcción en cada ciudad, barrio o pueblo.

Los retos para mantener este triángulo fértil afectan al mantenimiento de esos puntos de encuentro, la hipersensibilidad frente al poder por un lado, y la solidaridad de saberse en un proceso largo, porque esto es lo que el 15M destila. De ahí que se retroalimenten dinámicas impensables hace cinco años, como aparcamiento de rencillas entre viejas organizaciones, la bajada de exigencias, la (auto)invitación a reaprender dinámicas políticas y la necesidad de aportar sin que sea percibido como una estrategia de vanguardia. Al mismo tiempo, la afluencia masiva en manifestaciones, como la del 19 de junio, apuntala el triángulo, en la medida en que refuerza el trabajo compartido y aparca las obsoletas formas fuertemente identitarias y preprogramadas.

En cada uno de estos espacios, y aunque aún estamos “desperezándonos”, no faltan retos a los que enfrentarse. Democracia Real Ya recibirá presiones internas –sectores que justifican un liderazgo en las convocatorias– y externas –medios de comunicación, partidos o sindicatos que quieren acercarse– para mantener un papel de portavocía. Dinámica que puede acentuarse ante la –necesaria– involucración de otros actores a escala europea y mediterránea. Si se transmiten sensaciones de ‘elitismos’, el grueso del 15M, tan alegre e hipersensible, no apoyará las propuestas que salgan de estas políticas verticalistas y tristes. Desde el fenómeno ‘toma la plaza’ se podrán plantear nuevas ocupaciones de espacios públicos ante convocatorias que vengan del 15M o ante protestas antecesoras y que forman parte también del sustrato del mismo. Es el ejemplo de la oposición a la realización de desahucios, así como un esperable surgimiento de acciones relacionadas con la precariedad laboral. Aquí el dilema sería saber articular demandas concretas y cotidianas, con estrategias globales que puedan mantener la solidaridad con el resto del espacio: tipo de acciones que puede proponerse, temáticas que se consideran vinculadas, dinámicas de acción compatibles con otros sectores, relaciones fluidas de apoyo… En la misma línea, con un anclaje de trabajo forzosamente autónomo y contextualizado, los de ‘barrios’ tienen ese problema, además del de trenzar es pacios locales que participen de la retroalimentación del 15M, y no se queden con una –importante de por sí– revitalización del movimiento vecinal. Aquí también, presumiblemente, se darán dinámicas de (re)articulación de lo viejo y lo nuevo, en tanto nos alejamos de la galaxia internet y operamos en códigos y ámbitos de trabajo de lazos de socialización directos, con memorias detrás y con asociaciones ancladas en ellas, que tendrán sus formas de entender la protesta, la democracia radical o la interacción social más adecuadas para su universo.

Los retos del 15M están en esta dinámica de retroalimentación de los tres instrumentos que componen propuestas de ‘democracias emergentes’. Entendiendo por emergentes innovadoras, desde abajo, operando en lo local con visiones globales y retroalimentándose a su vez de ellas, autónomas a la par que interdependientes. El 15M tendrá que converger hacia propuestas concretas. Pero esta convergencia no implica necesariamente deshacer los nudos fértiles que está habiendo entre posiciones públicas más reformistas o más radicales. En el sentido de que se opera desde la “rebeldía” como indicaran los zapatistas: abriendo procesos desde abajo, inclusivos, como la mejor de las propuestas sobre las que identificar ejes de actuación. Este “caminar construyendo” tiene sus riesgos, claro está, entre los que destacaría: la capacidad de recuperar estas demandas por parte de las élites a las que se critica; las dificultades para compartir escenarios de protesta motivantes cuando no se avanza en demandas específicas; el plegarse a la presión de los medias por ‘retratarse’ en un programa electoral; entre otros. Pero la vigorosidad del 15M aconseja no volver a anquilosados debates y miradas sobre la movilización social. Su mayor contribución está en haber mudado ya ciertas bases sociales, como para que algunas personas expresaran estar viviendo “una segunda transición”. El 15M está sentando las bases de nuevos ciclos de movilización desde sustratos de democracia radical.

*Pubblicato su http://diagonalperiodico.net/Tres-instrumentos-y-una-sinfonia.html

 

 

 

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